En Torontokistán no abunda lo bizarro. O cuando menos uno no se lo topa a diario por las calles, no hay mujeres teporochas maquilladas como payaso, no hay bochos recortados o alargados pintarrajeados con color fosforescente metálico, no hay gritones con sus mil y una historias en el metro. No hay ningún lugar que se parezca en lo más remoto a la Perla, el Salón Rio de la plata, el Jacalito, mucho menos nada que se parezca a Kramer.
Conocí la casa Kramer durante el verano de 1998, acababa de cumplir los 20 años, llevaba casi dos años en la Facultad de Ingeniería de la UNAM, pero había hecho el examen para entrar a estudiar Física en la Facultad de Ciencias, como muchos también vivía la euforia del mundial en Francia, que si bien nunca he sido muy fan de los deportes televisados, nunca he dejado de ponerme la camiseta en los momentos que así lo ameriten.
En fin era verano, y como ustedes sabrán en el DF, eso significa calor, eso significa mucha lluvia, pero para un estudiante universitario, significa también vacaciones, viajes, alcohol y muchas fiestas. Recuerdo que el Oaxaco llegó a mi casa como solía hacerlo todas las semanas en jueves, sin avisar, nada mas tocaba con las llaves o una moneda en la puerta metálica del garaje, quizás como o un código o mas bien para no perturbar a mis padres, que a esas horas, las diez de la noche, se acostaban a ver el noticiero.
El Oax me dijo -Mame, me tienes que acompañar, conocí un bar poca madre a unas cuadras de mi casa- Yo ya desde entonces era duro de roer, o mas bien me hacía de rogar cuando se me invitaba a conocer nuevas cosas, era como una terquedad intrínseca a mi alma, una cruda moral que requería dejar bien clara la idea de que yo no había estado del todo de acuerdo por si algo salía mal. El Oax habló de chelas baratas (de a siete varos de ese entonces), mesas para jugar dominó y una pista de baile dentro de una alberca. Nada de eso me convencía, hasta que dijo -además esta lleno de escritores de la Sogem que se la pasan hablando de pendejadas seudointelectuales como las que te gustan- Eso último debo aceptarlo me llevó al si y no atreviéndome a pedir el carro a mis padres, sabiendo que regresaría muy tarde, el Oax y yo agarramos camino a Coyoacán, que era donde él vivía y donde a unas cuadras se hallaba el bar que me había contado.
En ese entonces nos encantaba cruzar las calles de la ciudad, atravesando de colonia en colonia, surcando las noches que se nos presentaban como aventuras del pasado, memoranza de las cruzadas o de las grandes odiseas de nuestros ancestros. Así llegamos después de caminar unos cuarenta minutos y a unas cuadras del metro Taxqueña, en una pequeña callecita llamada Kramer, ahí encontramos una casa con un gran muro, el Oax que ya conocía el secreto y clandestino código, tocó una campanita jalando un hilo en una pequeña ventana con rejas
y alguien se asomó enseguida, y preguntó por el asunto que nos traía, el Oax dijo -Venimos a la fiesta de Marina- El hombre tras la ventana dijo -Esperen.
Pasaron unos minutos y se abrió la puerta, entramos, pude ver entonces un enorme jardín rodeado de paredes con enredaderas, en una lejana esquina un carrito de jochos y al fondo a la derecha una alberca techada con paredes de cristal, donde se veían unas cincuenta gentes reunidas y música a todo volumen. Entramos a la fiesta, la pista de baile era la alberca vacía. Unas cuatro mesas de lamina con el emblema de cerveza corona, eran usadas para jugar dominó, al fondo podía verse la barra donde nos dirigimos enseguida para armarnos con unas cheves bien frías. En seguida tratamos de integrarnos en el ambiente, yo que ya desde entonces era un melómano consagrado, no aprobé la música que sonaba, un cd con éxitos pop musicales del momento, no me pareció para nada la música idónea para un lugar tan bizarro y especial. Yo traía una de mis típicas pistas grabadas que cargaba a todas partes, casettes que yo editaba con mi mezcladora, que me gustaba escuchar en la casa y el carro, a veces grababa cuando me lo pedían mezclas para fiestas. Eran en verdad muy buenos tiempos aquellos. Pedí en la barra permiso para hacer sonar mi grabación, ellos accedieron con gusto, Celtas Cortos, Pink Floyd, Goran Bregovic, Mano Negra, los Beastie Boys,etc todos ellos sonaron a todo volumen y una gran mayoría de la gente se paró a bailar animada, había dado en el clavo. Era el tipo de música que agradaba a la concurrencia, me preguntaron en el bar si podían conservar la música y yo accedí con gusto, como si yo fuera el compositor de todas esas piezas. En la barra creí ver un rostro conocido, sí era Joselo de Café Tacuba, le comenté a Oax quien me dijo -Si, es novio de Marina- Marina ¿Quien es Marina? le dije. La dueña de la casa -Este lugar es Casa Kramer o Marina´s Bar, como tu gustes.
Después de un rato de baile no tardaron mucho tiempo en aparecer unos músicos, traían una batería, guitarra, bajo, teclados y un sax. Cinco instrumentos pero tan solo cuatro músicos. Armaron su montaje y pidieron apagar la música, sin decir más comenzaron a tocar un acid jazz delicioso, todo improvisado que iba naciendo con la danza de la concurrencia, el guitarrista rasgaba acordes impresionantes como yo nunca había visto. Hicieron un cover de Shine on you crazy diamond de Pink Floyd, que hizo que se me rizara la piel. El misterio de los cinco instrumentos no tardo en revelarse, el tecladista cargaba el saxo al mismo tiempo e intercalaba los dos instrumentos pero en momentos culminantes de las melodías, con una mano pulsaba el teclado y con la otra manipulaba el saxofón. -Wow -dijo el Oax- toca los dos al mismo tiempo.
Al final del concierto improvisado que duró un par de horas, me acerqué a platicar con los músicos, se llamaban Los Músicos de José. Meses después me sorprendí cuando dos de ellos David y Aldo (el saxo-tecladista) quedaron en mi mismo salón en la Facultad de Ciencias, para estudiar también la carrera de Física. Fue recurrente seguirlos encontrando en los jueves de Kramer donde eran asiduos músicos y hoy día son unos consagrados de la escena jazzero funkie de la condesa y han tocado hasta en el vive latino.
Como adivinarán era imposible no ser aficionado a un lugar así, durante un periodo de dos largos años, frecuenté Kramer cuando menos dos veces por mes, y en tiempo de vacaciones casi diario, pronto ese lugar clandestino comenzó a ser popular, mucha gente lo comentaba como un rumor incluso en programas de radio y televisión, era punto de encuentro para bandas como Molotov, la Gusana Ciega, Guillotina, etc y obviamente Café Tacuba por la relación de Joselo y Marina. También pasaron muchas bandas suburbanas como la Sonora Cafetera, las chicas de Reque Sound, etc. Y que decir de la vida literaria, Marina como estudiante de Filosofía y Letras, tenía una gran cantidad de amigos escritores. Las veladas jugando domino eran interminables, el arte fluía sin ton ni son, pintura, "performances", poesía, teatro, etc.
Hasta que cayó la PGR que vino a investigar lo que pasaba en el piso de arriba (ni yo sabía lo que pasaba ahí), la hermana de Marina, huyó con su novio a Centroamérica, se casó se divorció y se unió a una comuna (eso dijeron jaja), en fin Kramer ser mantuvo cerrado varios años, y luego volvió a abrir, pero con un ambiente mas relajado y tranquilo, que aun así volvió a ser visitado por todo tipo de personas, y abrió la puerta a que la desertora escritora Marina, se convirtiera en la feliz acordeonista de la Polka Madre, banda que ya he mencionado por aquí, pero que merecería un post por si sola, por lo ecléctica, anómala, suigeneris, estrafalaria, surrealista y psicodélica que tiene en si su existencia. Hoy día Kramer se ha convertido en un salón de bodas, bautizos y fiestas de toda ocasión, casi nada que ver con lo que fue. Aun así el recuerdo pervive en todos los que formamos parte de esa generación decadente a la que quisieron etiquetar como X y que algunos dicen murió el 11 de septiembre del 2001.
Les dejo aquí el video "Sirenitas en el espacio" de la Polka Madre banda que por cierto ya tiene su lugar en la próxima edición del Vive Latino 2009, parece ser que este video lo grabaron durante su gira por Europa, disfrútenlo.
4 comentarios:
hoy si que andamos retro, jajaja, sólo un: a unas cuadras del metro miguel ángel?¿?, la verdad está muuuucho más cerca taxqueña, un abrazote
Dios te ha iluminado y tienes toda la boca llena de su razón, Mechas, ya hice la corrección. Gracias por la indicación.
Hey, qué chido encontrar este post. Sólo una precisión, la que andaba casada con Joselo era Laura, la hermana de Marina...
Y la hermana nunca huyo a ningun lado la que alguna vez huyo fue la marina (pero esa es otra historia que paso mucho antes de casa Kramer)
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