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martes, septiembre 22, 2009
LIBROS DIGITALES POR AUTOR: JULIO VERNE
lunes, septiembre 14, 2009
LA TRISTE HISTORIA DEL PICARO JUANITO
Mi amigo Oax me hizo llegar este artículo que apareció en el país hace unos dias, me parece que refleja la realidad sobre el presente caso de Iztapalapa, de forma apartidista y con una gran enseñanza para todos nosotros los mexicanos.
Esta anécdota no tendría la menor relevancia si no fuera porque ese Juanito, una persona común y corriente, un ciudadano anónimo y oscuro del barrio de Iztapalapa, se ha convertido, por azares del destino, en razón de los nuevos juegos de la joven democracia mexicana, y gracias a la euforia de los medios de comunicación, en un político estelar y en un curioso personaje mediático.
Juanito goza hoy de los quince minutos de gloria de los que hablaba Andy Wharhol, pero sin duda entra a los medios convertido, de manera súbita, en un personaje interesante que se inserta en la más rancia tradición de la picaresca y el costumbrismo político mexicano.
Se trata de un personaje curioso y ambiguo que no es fácil ubicar a la ligera en la tragedia o en la farsa. Pudo ser extraído lo mismo de una novela de Dostoievsky, que de una película de Cantinflas.
Es un hombre como tantos que viven en los barrios, favelas y chabolas de las grandes ciudades de América Latina.
No es propiamente un héroe, salvo por el hecho de que sobrevivir en las zonas pobres de la ciudad de México resulta, por momentos, casi heroico. Es de alguna forma sí, una especie de antihéroe.
Nuestro personaje es el irrenunciable protagonista de novela costumbrista. Un Lazarillo de Tormes o un Periquillo Sarniento contemporáneo. Un verdadero pícaro. Un pícaro posmoderno. Un pícaro folclórico.
Juanito es un hombre ignorante que ha sido de todo: entrenador de fútbol, parte del espectáculo de la llamada lucha libre, vendedor ambulante, extra en películas de ficheras, taxista, acarreador en mítines políticos, golpeador de manifestaciones, hasta llegar por casualidad a ser hoy el Jefe Delegacional electo, una especie de Alcalde del barrio de Iztapalapa, que tiene más de tres millones de habitantes y que constituye una de las zonas más pobres y conflictivas de la capital de México.
Juanito es un hombre que dice vivir de un pequeño negocio de helados y de cinco puestos en untianguis o mercado informal e ilegal, que se ubica también en el barrio de Iztapalapa. Tiene dos hijos y le mataron a otro en una balacera afuera de su casa.
Tiene cierta facilidad de palabra, ignorante, rijoso, fanfarrón y peleonero. Ha estado detenido en delegaciones de policía e internado en hospitales de asistencia debido a pleitos y riñas de la más diversa índole. Poco a poco empezó a participar en grupos de izquierda, colaboró en manifestaciones y en acciones de resistencia civil, se afilió al PRD y se vinculó al movimiento del ex candidato a la Presidencia Andrés Manuel López Obrador. Los conflictos en ese partido lo llevaron a renunciar y en 2008 se cambió al Partido del Trabajo, una organización menor de izquierda, por el que logró en 2009 la candidatura a Jefe Delegacional por Iztapalapa.
Se trataba de una candidatura testimonial y sin importancia, sin ninguna posibilidad real de triunfo.
Es difícil explicar en breve todo lo que pasó después. Por pleitos internos en la izquierda, el Tribunal Electoral eliminó a la candidata del PRD que estaba inscrita en las boletas a favor de otra perredista. Faltaban tres semanas para la elección. Entonces López Obrador ideó una estrategia política francamente surrealista, por medio de la cual todo el movimiento apoyaría a Juanito, el candidato del PT, bajo la condición y la promesa pública de que una vez en el cargo, renunciaría para dejar a la candidata retirada por disposición del Tribunal Electoral.
En síntesis todo era una argucia legal, una simulación, para darle la vuelta a lo mandado por el Tribunal Electoral.
Así las cosas, Juanito, un ciudadano ninguneado, en un acto verdaderamente indignante -López Obrador ni su nombre ni su apodo se sabía al pedirle en un mitin que jurara ceder la victoria-, aceptó el arreglo de convertirse en una especie de candidato de paja o prestanombres, para simular una elección, hacer campaña, ganar con el apoyo de los grupos de izquierda lopezobradoristas y posteriormente renunciar para entregar la delegación a la candidata de López Obrador.
Se especulaba mucho si Juanito podría o no ganar su elección. Y resulta que en las elecciones del 5 de julio Juanito finalmente ganó.
A partir de entonces, Juanito ganador se dio cuenta de lo que significaba ser el Jefe Delegacional electo, empezó a dar entrevistas, conoció su oficina, lo pensó muy bien y decidió "que siempre no". Que no renunciaba.
Algunos dicen que enloqueció, pero desde entonces Juanito da entrevistas diario, atiende a medios locales e internacionales y habla de todo. Declaró incluso que ya piensa en su candidatura a la Presidencia en el 2012 y en la posibilidad de hacer un partido político nacional.
Lo usaron y hoy los usa. Marrullero, tramposo, mentiroso y astuto, en síntesis pícaro, hoy amaga con traicionar a quienes traicionaron de alguna forma su dignidad y su condición de ciudadano.
Hoy este anodino personaje, gracias a la democracia, se encuentra, con todas sus limitaciones, a las puertas del poder de Iztapalapa.
Hoy todos los mexicanos tenemos ya una opinión de Juanito y todos hablamos de Juanito. Es una "estrella" de televisión, cuyo drama ocupa el interés de todos. En nuestra sociedad de consumo de medios era de esperarse. Juanito dice que incluso ya le han propuesto filmar telenovelas y hasta películas.
Ya está integrando su equipo de trabajo, está haciendo recorridos por su demarcación, respondiendo todos los días a las presiones, las protestas y las exigencias de quienes lo llevaron al poder.
Juanito, que por cierto usa una curiosa cinta tricolor con su nombre en letras negras alrededor de la frente, se ha convertido de la noche a la mañana en un episodio bufo, que exhibe a la democracia mexicana y a sus elites.
Dice Héctor Aguilar Camín que "Juanito es el rey bobo de nuestro carnaval político, el tonto listo del pueblo" y José de la Colina apunta "Juanito era manipulado, pronto, jejejé, aprendió a ser manipulador."
En las calles de Iztapalapa sus seguidores, que ya los tiene y muchos, le dicen: "No te vayas" y con frecuencia gritan: "Todos somos Juanito". Y en cierta forma tienen razón. Juanito es un ciudadano tipo. Fiel reflejo de nuestro ingreso medio y de nuestro promedio educativo. Muestra representativa de la ciudadanía, que es materia prima de la democracia.
En Juanito se sintetizan los vicios, las perversiones y las imposibilidades de la democracia mexicana. Su ignorancia y su necesidad son los dos grandes obstáculos para consolidar una democracia de calidad.
Ciudadano de membrete, con la posibilidad constitucional, formal y nominal de llegar al poder, pero resignado siempre a perder, a no ser, a no llegar, porque la democracia es un asuntos de elites, de partidos cerrados y de mucho dinero, en la que el ciudadano común puede votar, pero difícilmente ser votado.
Hoy Juanito, por azares del destino, y gracias a su falta de palabra y al entorno cínico en que vivimos, tiene la oportunidad de acceder y permanecer realmente en el poder, como quien se saca la lotería. Juanito juega una especie de revancha. Una venganza con cierta legitimidad.
En Juanito se exhibe la democracia convertida en demagogia por nuestras izquierdas. Juanito se ha convertido en el icono de una izquierda populista y manipuladora que usa y abusa de los más ignorantes y de los que menos tienen. Pone de manifiesto a líderes de izquierda, que en el juego político, han olvidado el verdadero sentido de su lucha.
En Juanito se exhibe también la elite mexicana, con su sorpresa al ver que llega al poder un hombre real, de verdad, del pueblo. Juanito se ha convertido en anatema y burla de las elites ilustradas de México, que en los restaurantes caros y en las salas de postín de la capital se mofan del hecho, culturalmente imposible, incomprensible, de que acceda al poder un personaje del pueblo, ignorante y descastado, sin padrino y sin diploma en Harvard. Porque Juanito es para muchos un hombre que por supuesto "no sabe gobernar". Frase que es eco y resonancia de la discriminación, el racismo y el clasismo que persisten en nuestro país.
Las elites de izquierda y de derecha, en este tema, se toman del brazo y caminan juntas por el sendero de la democracia formal. En Juanito se exhibe la pobreza y las limitaciones reales de una democracia que no puede quedarse sólo en el procedimiento para elegir, mientras no sea capaz de crear, cultural, social y económicamente, condiciones reales de igualdad social.
Juanito es como Sancho Panza en la Ínsula Barataria, o como Juan Vargas en la película La Ley de Herodes del cineasta Luis Estrada, un gobernante por casualidad.
En este caso se prueba claramente la existencia de un lamentable oxímoron: el de una democracia aristocrática.
No es un juego de palabras. Bueno fuera, que solo se tratara de un juego de palabras. Es un juego de espejos y de realidades. Democracias que no lo son, que le apuestan a un ejercicio cerrado de elites, que desde la izquierda y la derecha manipulan para conservar un statu quo, que garantiza sociedades desiguales, de privilegios y de castas. Sociedades finalmente injustas.
El pícaro Juanito puede o no renunciar. El desenlace de esta historia se verá en unas semanas (su toma de posesión es el primero de octubre). Su historia para algunos puede resultar cómica. En el fondo, si la piensa uno bien, es una historia muy triste. Triste para él, y triste para todos los que estamos empeñados en que México se convierta, algún día, en un país de verdad democrático.
lunes, septiembre 07, 2009
"MEXICAN STANDOFF"
Un "mexican standoff" es un enredo o situación donde ninguna de las partes involucradas puede actuar de una forma en la cual la victoria sea segura. En español le podemos decir "atasco de pistoleros". Esta clase de encrucijadas son tan clásicas en las películas de vaqueros que quizás por ello Quentin Tarantino incluyó una escena de este estilo en su recién estrenado spaguetti western ubicado de la segunda guerra mundial: Malditos Bastardos (Inglourious Basterds), escena que por cierto nos recuerda también a la memorable escena final de su obra maestra Perros de Reserva (Reservoir Dogs) donde en un nudo de pistolas todos terminan matándose al tratar de desenmarañarlo. Tuve oportunidad de ver los Bastardos ayer y puedo decir que la promesa de Tarantino parece cumplirse cuando dijo que haría una película que terminaría de una vez por todas con la tradición Hollywoodense que año tras año trata de atosigarnos con remakes de la lista de Schindler, la vida es bella, el diario de Ana Frank y tantas otras películas celebres que han explotado el tema de la masacre que fue el Holocausto Nazi. Si bien Tarantino retoma en su nuevo filme todo el estilo narrativo que lo caracteriza, violencia vibrante, separación por escenas o capítulos, también vemos que se aprovecha de historias clásicas de la literatura, la primera escena donde el coronel Hans Landa (Christoph Waltz) hace uso de su astucia detectivesca para hallar a un grupo de judíos, con una explicación intelectual que recuerda tanto al Dupin de “la Carta robada” de E.A. Poe, pero que además es el personaje que nos crea gran tensión a lo largo de toda la película, tensión que Tarantino siempre ha sabido manejar en sus demás filmes pero en este visita hasta parecer abuso. Pues nos mantiene con los músculos comprimidos gran parte de la película. La elección de actores internacionales permitieron a Tarantino presentar personajes históricos tan bien logrados y memorables como Göebels y el mismísimo Adolf Hitler que siendo un icono de Hollywood, nadie ha podido representar tan bien como Chaplin en el Gran Dictador y que Tarantino no se atreve a alterar y reproduce quizás como homenaje, con su capa, cuarto de guerra globo terráqueo, pero nos da algo más que al menos yo no había visto ¿Qué más puede pedir el público que ver al mas satánico, maquiavélico, terrible y despreciado asesino de la historia, Adolf Hitler, morir con toda su camarilla en un incendio, siéndole ametrallada la cara hasta desaparecerla del todo, solo así borrándola del consiente colectivo, sepultando así ese mal pasaje del siglo veinte para siempre.
Trabajo a diario con judíos e israelitas (que no son lo mismo aunque no lo crean), todos coinciden conmigo en que después de haber visto esta película es hora de pasar a otro punto de la historia. Hoy día EU e Israel debieran empezar a revisar sus propios crímenes y atrocidades cometidas contra Irak, Líbano, Palestina y otras naciones, hechos que los alejan de todo heroísmo libertario y los acercan más al personaje ficticio Aldo Reine, interpretado por Brad Pitt en Inglourious Basterds, militar sin escrúpulos que adopta las mismas artimañas de Reich, para atormentar a sus prisioneros convirtiéndose en lo mismo que busca destruir. Lo que me lleva a otro filme reciente Vals with Bashir del director israelí Ari Folman, donde este último, un ex militar, nos narra con animaciones a manera de entrevista, anécdotas de distintos soldados israelitas, la invasión a Líbano y la masacre ahí cometida, el olvido total y la pesadilla persiguen a sus personajes con forma de perros rabiosos, sirenas y otras fobias. Ari Folman, la sociedad pensante de Israel y escritores como Amos Oz, llevan tiempo revisitando esa metamorfosis que las víctimas del holocausto sufrieron ahora que ellos se han convertido en los victimarios, con la consigna de “Podemos olvidar el pasado pero el pasado no nos olvida”. ¿La sociedad americana también estará dispuesta a revisitar estos temas y sobre todo hacer semejante autoanálisis? Parece ser que las tres partes, americanos, israelitas y alemanes, se encuentran en un “atasco de revisionistas”, una especie de “mexican standoff” histórico, en el que si no cuidan sus pretensiones, cualquier nueva versión de la historia del holocausto podrá ser usada en su contra.
Mientras tanto no se pierdan la historia alternativa que Tarantino nos propone con su Bastardos Malditos.